domingo, 8 de mayo de 2011

La mente y el conocimiento
Platón y la inteligencia artificial
(Aproximación a la inteligencia artificial desde el pensamiento de Platón)
Prof. Guillermo Díaz Durán
Diciembre 2009
2
Introducción página 3
Recuperando la agenda griega del conocimiento página 4
Platón y la teoría de las Ideas página 7
Inteligencia Vs. Inteligencia artificial página 13
Conclusión página 15
Bibliografía página 16
3
La mente y el conocimiento. Platón y la inteligencia artificial
Introducción
Durante más de dos mil quinientos años filósofos, artistas, poetas y científicos en
general se han interesado por la relación entre los procesos de la mente y el
conocimiento hasta el punto de fundamentar teorías que vinculan la inteligencia con
una realidad suprasensible, o como el producto de complejísimos procesos
evolutivos, o como la capacidad de pensar, argumentar, crear, simbolizar, establecer
relaciones, inventar, etc.
Todos estos procesos han llevado al hombre durante la segunda mitad del siglo XX
a crear una nueva ciencia de la mente, la ciencia cognitiva que desembocará a
principios de nuestro siglo XXI en la fundamentación del conocimiento a través de la
inteligencia artificial, fuertemente defendida por unos pero a su vez fuertemente
criticada por otros.
Podría afirmarse que la historia de la inteligencia artificial comienza en el siglo V a.C.
cuando Platón cita un diálogo en el que Sócrates le pregunta a Eutidemo acerca de
cuál es la característica de la piedad que hace que una acción se pueda considerar
como pía para que así la observe y le sirva de norma para juzgar sus acciones y las
de otros.
Resulta evidente que para poder delimitar las más importantes ideas sobre la
inteligencia artificial como profundos procesos de complejización de nuestros
sistemas mentales para poder abordar la naturaleza del conocimiento, las
matemáticas son el puntapié inicial y esto lo trabajó exquisitamente Platón haciendo
una apología de la matemática.
No olvidemos el emblema que rezaba en el frontispicio de la Academia: “Qué nadie
entre aquí si no es geómetra”1. Así, la matemática resulta la ciencia de la medida
que nos ha colocado en el camino de lo inteligible.
La inteligencia artificial debe contar con la formalización matemática en tres grandes
áreas que son a saber: computación, lógica y probabilidad.
Los esfuerzos de la inteligencia artificial están encaminados a la construcción de
entidades como a su comprensión, pero, ¿estas “entidades” inanimadas podrán
sustituir al hombre cuya inteligencia natural ha tardado tanto tiempo en llamarlo
“homo sapiens?
1 Brun, Jean, 1965, “Platón y la Academia”, Eudeba, Buenos Aires, Argentina, pág. 22
4
Recuperando la agenda griega del conocimiento
En nuestro joven siglo XXI, las sociedades moldeadas por la ciencia y la tecnología
enfrentan en sus propias prácticas computarizadas interrogantes que conciernen a la
mente, al pensamiento, al cerebro, como por ejemplo: ¿es la mente un manejo de
datos, información?, ¿es también el cerebro procesamiento de información?, ¿puede
una máquina pensar, comprender el lenguaje? Se trata en este caso de
problemáticas que afectan a la vida de las personas y que no se limitan al terreno
teórico, sino que por el contrario encuentran sus raíces en la praxis social.
El viejo problema filosófico de la mente y el conocimiento ha entrado, en nuestros
días, en una fase de investigación que se conecta con la tecnología, que permitió la
creación de las computadoras, con la teoría cibernética que le sirvió de base.
Hoy se llama a este campo “inteligencia artificial”, pero vayamos hacia sus orígenes
en la antigua Grecia. Howard Gardner 2hace referencia al programa de trabajo de los
griegos diciendo que en el Menón, Sócrates indaga en forma persistente a un joven
esclavo acerca de sus conocimientos en geometría. Al principio el esclavo se
muestra muy bien informado, afirma sin vacilar que un cuadrado cuyos lados tienen
dos pies de longitud posee una superficie de cuatro pies cuadrados. No obstante,
cuando más tarde Sócrates le pregunta cuál sería la longitud del lado si la superficie
del cuadrado fuera de acho pies cuadrados, se pone de manifiesto la total confusión
del esclavo, quien no advierte que ese lado debería ser igual a la raíz cuadrada de
ocho.
El diálogo de centra en torno a muchas preguntas y respuestas, a la manera de
Sócrates y gracias a este intercambio, el filósofo logra extraer del esclavo el
conocimiento de que un cuadrado de cuatro pies de lado tendría dieciséis pies
cuadrados de superficie y que gracias a determinados procedimientos geométricos,
puede inscribirse dentro de él otro cuadrado de ocho pies cuadrados.
Así, Sócrates logra demostrar para su propia satisfacción y la de Menón, amo del
joven, que éste posee dentro de sí todo el saber necesario para calcular las diversas
relaciones geométricas que entran en juego.
Este relato representa más que una indagación acerca del grado de conocimientos
de un joven esclavo. En realidad se hizo una prolongada reflexión sobre la
naturaleza del conocimiento que podemos traducir en una gran interrogante: ¿de
dónde proviene, en qué consiste, cómo está representado en la mente humana?
De esta manera se propuso una teoría específica sobre el conocimiento humano.
2 Gardner, Howard, 1996, “La nueva ciencia de la mente”, Editorial Paidós, Barcelona, España.
5
Para Platón la matemática y las ciencias exactas por ella engendradas constituían el
dominio por excelencia del conocimiento. Las formas más puras del conocimiento
eran arquetipos idealizados de los que sólo podía tenerse un mero atisbo en la
realidad mundana. Se afirmaba que la comprensión de las cuestiones geométricas y
de los asuntos propios de un saber genuino, ya estaba instaurada en el alma
humana desde el nacimiento, y que la enseñanza, como lo puso de manifiesto en el
Menón, consistía simplemente en traer a la conciencia este saber innato
(reminiscencia = conocer es recordar).
El interés de los griegos por el conocimiento se constituye como el pilar fundamental
para poder comprender la realidad como proceso dinámico y complejo que se
manifiesta a través de un lenguaje cargado de símbolos, imágenes y
representaciones que afectan el mundo humano y el universo en su totalidad. La
necesidad de responder a las grandes interrogantes por el Universo, su armonía y
perfección llevaron a muchos filósofos y científicos griegos de la antigüedad a tratar
de comprender la esencia del Universo, los mecanismos de la mente, el desarrollo
del pensamiento, la organización de la polis, el comportamiento moral y las
tradiciones mitológicas a través del relato de los mitos y la magia.
Desde hace más de 2600 años, el hombre viene preguntándose acerca de la
inteligencia, la génesis del conocimiento, qué significa saber algo, tener una creencia
exacta, o por el contrario ignorar, equivocarse. Se procura comprender no sólo lo
que se conoce (los objetos y sujetos del mundo exterior), sino a la persona que
conoce, sus mecanismos de percepción, de aprendizaje, memoria y racionalidad. Se
ponderan las diferentes formas de saber, ¿de dónde viene el conocimiento, cómo se
lo almacena y se recurre a él, cómo puede perdérselo?
Para Gardner, la agenda griega del conocimiento se constituye como la base
fundante de la ciencia cognitiva. Los científicos cognitivistas, al igual que los
antiguos griegos formulan hipótesis acerca de los distintos vehículos del saber, por
ejemplo: ¿qué es una forma, una imagen, un concepto, una palabra? Reflexionan
acerca del lenguaje, advirtiendo el poder y las trampas que entraña el uso de las
palabras y su posible influencia directriz en los pensamientos y creencias.
Así, la ciencia cognitiva como “nueva ciencia” se remonta a los griegos en cuanto al
interés de sus miembros por revelar la naturaleza del conocimiento humano. Los
científicos cognitivistas han adherido plenamente al uso de métodos empíricos para
la verificación de sus teorías e hipótesis, a fin de volverlas susceptibles de
refutación. Sus preguntas fundamentales no son una mera repetición del programa
6
de trabajo que se fijaron los griegos; han surgido nuevas disciplinas como la
inteligencia artificial y nuevas interrogantes relacionadas a la capacidad potencial de
aparatos construidos por el hombre para pensar. Los científicos cognitivistas han
abrazado los avances científicos y tecnológicos más recientes en una variedad de
campos disciplinares. Ocupa un lugar central la computadora, esa creación de
mediados del siglo XX que promete cambiar la concepción del mundo en el que
vivimos y nuestra imagen de la mente humana y sus acciones éticas sobre el otro y
la naturaleza.
Según Mabel Quintela3, durante siglos se tuvo una comprensión espontánea o se
participó de una concepción filosófica definida sobre la mente y el pensamiento,
según la cultura de la época, pero ahora se abre una nueva perspectiva con la
integración de la inteligencia artificial a la vida cotidiana de grandes sectores de la
humanidad.
Hoy en día vivimos en una realidad de prácticas sociales computarizadas y el libre
juego de imaginación que sobre ellas se construye.
“Vivimos en un mundo que es ante todo pantalla y red comunicacional. ¿Y qué le
sucede al sujeto humano cuando su existir cotidiano acontece a través de redes
informáticas y orientado por pantallas? Se trata de un sujeto que vive impactado por
huellas mnemotécnicas de información e imagen. Un sujeto para el que los objetos
tienen más valor de signo (imaginario) que valor de uso o cambio (práctico). Un
sujeto que vive en un espacio simulado, tanto en el espacio telematizado privado de
su casa, como en el espacio público de la ciudad icónica, repleto de aparatos que
hablan y se mueven a partir de una mínima intervención humana. Un nuevo
mobiliario se hace omnipresente a través de tres simulacros, tres dobles del cuerpo:
para el ojo, la pantalla, la imagen icónica; para el músculo, el robot; para el cerebro,
la computadora.
La realidad queda sustituida por el relato y la conciencia disminuida no puede
distinguir ya entre simulacro y realidad. La información organiza la memoria colectiva
de la época y el relato electrónico forma la estructura invisible de la retícula social”.4
3 Quintela, Mabel, 1997, “Problemas filosóficos en el imaginario social de nuestra época. Heráclito y la ciencia
actual. La inteligencia artificial”, A-Z editora, Montevideo, Uruguay
4 Ferrer, Christian, conferencia distada en la UDELAR, Montevideo, Uruguay, el día 15 de agosto de 1990,
(citado en Quintela, Mabel, “Problemas filosóficos en el imaginario social de nuestra época. Heráclito y la
ciencia actual. La inteligencia artificial”, A-Z editora, Montevideo, Uruguay, pág. 54
7
Para poder comprender esta realidad de conocimiento y de intercambio de saberes
con el otro debemos volver a la agenda griega del conocimiento y específicamente al
pensamiento de Platón en relación a la cuestión ¿cómo conocemos?
Platón y la teoría de las ideas
Para Platón todos los artefactos, incluyendo las obras de arte son copias de algo
natural, genuino, original. Por tanto, para Platón decir que algo es artificial es decir
que ese objeto “parece ser”, pero que no es realmente aquello que imita. Lo artificial
es lo meramente aparente, lo único que hace es mostrar cómo es alguna otra cosa.
Tomemos el siguiente ejemplo: supongamos que tenemos un ramo de rosas
artificiales, sean del material en que estén fabricadas, no son flores en absoluto.
Cualquier persona que las tome por flores estará equivocado, engañado por una
apariencia, envuelto en una ilusión. Y al ser una imitación, simulacro o copia, son
menos valiosas que lo real, y están envueltas por un aire moralmente sospecho a su
alrededor, porque quien afirme que son reales estará transitando el camino de lo
aparente y lo aparente se aleja del camino de la verdad, quedándose solamente en
la doxa. Vale hacer aquí la precisión de que para Platón las cosas fabricadas no son
simplemente copias, sino copias de copias, porque de acuerdo con la teoría de las
ideas, todas las cosas del mundo son ya copias de sus respectivas ideas.
De esta forma, los predicados “natural” y “artificial” eran conceptos con una carga
valorativa para los filósofos de la antigua Grecia; lo natural, creado por la naturaleza,
tenía un valor más elevado que lo artificial, es decir lo fabricado por los hombres.
Además lo natural tenía otra connotación, representaba lo orgánico, vivo, autónomo;
mientras que lo artificial significaba algo inorgánico, sin alma y por consiguiente
inferior a las cosas naturales.
Pero, ¿de dónde vienen las cosas naturales, quién las ha creado?, Platón nos habla
de un dios artesano, el “demiurgo” que crea de la materia preexistente, la modela y
crea las cosas naturales, al hombre, la inteligencia.
Pero además, ¿qué son las ideas?, ¿cómo nos hacemos partícipes de ellas?,
¿cómo conducimos nuestra alma por el camino del conocimiento?
Vayamos a uno de los grandes temas de la filosofía platónica: la teoría de las ideas.
El realismo de Platón no tiene nada que ver con el realismo ingenuo, es un realismo
inteligible que erige la idea en realidad, distinguiéndose del idealismo que reduce la
realidad a la idea. Si se ha de hablar de idealismo platónico, ello sólo es posible en
cuanto los objetos sensibles no son realidades, sino apariencias, meras copias de
8
las ideas presentes en el mundo inteligible. Pero además, hay en Platón un realismo
ontológico puesto que el “dios es la medida de todas las cosas” y un idealismo
gnoseológico porque es el hombre quien trata de conocer y es necesario que él se
despoje antes de su realidad, de lo aparente. De esta manera para Platón la realidad
no es un dato, un camino largo y difícil debe conducirnos a ella.
Platón ha planteado después de Parménides y en una perspectiva muy diferente el
problema de las relaciones entre el ser y el conocer. Si el ser está puesto, ¿cómo se
dejará éste penetrar por el conocimiento que yo podría tener de él? Si parto del “yo
pienso”, ¿puedo decir que no hay ningún ser independiente de mí al cual se refiere
mi pensamiento?5
En la “Alegoría de la Caverna”6, Libro VII de “La República o el Estado”, Sócrates
explica a Glaucón la naturaleza del alma con relación a cada especie de
conocimiento valiéndose de una alegoría: los hombres son como unos prisioneros
encadenados en una caverna subterránea, donde la luz penetra por una abertura
hecha en la parte alta y detrás de ellos. Esta luz es producida por un fuego, que no
pueden ellos percibir, porque las cadenas les impiden moverse y volver la cabeza.
Entre el fuego y los cautivos y delante de la abertura hay un camino, y a lo largo de
este camino un pequeño muro, sobre el que aparecen objetos conducidos por
hombres, que pasan por detrás. La sombra de estos objetos se refleja sobre el muro
de la caverna que miran los cautivos. Estos pensarán que estas sombras son
realidades, y si se produce dentro de aquella prisión un eco, siempre que alguno de
los transeúntes hable, ¿no creerán los cautivos que son las sombras mismas las que
hablan?
Los prisioneros son nuestra imagen, la prisión es nuestro mundo visible. Las
auténticas realidades constituyen el mundo inteligible y en los límites de ese mundo
inteligible se encuentra la idea del Bien, la cual se descubre sólo con esfuerzo, pero
es la fuente de toda luz. Para pasar del mundo sensible al inteligible nuestra alma
debe realizar un movimiento de conversión y remontarse hacia su principio. Pero el
tránsito es difícil porque nuestros ojos están habituados a la penumbra de la prisión
y el pasaje de la oscuridad a la luz nos enceguece. Debido a esto, si se desata a
alguno de esos prisioneros y lo obligamos a ascender por el camino escarpado,
haría esto con mucha dificultad e intentaría volver al fondo de la prisión y maldeciría
a quien ha querido liberarlo. Pero, si con grandes penurias lograse transitar el
5 Brun, Jean, 1965, “Platón y la Academia”, Eudeba, Buenos Aires, Argentina
6 Platón, Obras inmortales, 1993, “La república o el Estado”, Editorial EDAF S.A., Madrid, España
9
camino dialéctico hacia la luz tendrá que ir adaptando sus ojos poco a poco a la luz y
podría representar los cuatro grados del conocimiento que Platón identifica como
“eikasia” o imaginación; “pistis” o creencia”; “dianoia” o pensamiento y “noesis” o
inteligencia pura.
De esta manera se hace una distinción entre el “mundo sensible” y el “mundo
inteligible” que se corresponden con la “doxa” u opinión y la “epysteme” o
conocimiento. Así, existirían grados de realidad, tal como se expresan en el
siguiente cuadro:
IDEAS CONOCIMIENTO
(dialéctica)
ESENCIA
O
MUNDO
INTELIGIBLE
OBJETOS
MATEMÁTICOS
PENSAMIENTO
(dianoia)
CIENCIA
O
CONOCIMIENTO
(Epysteme)
OBJETOS
SENSIBLES
Animales, plantas,
cosas fabricadas
CREENCIA
(pistis)
GENERACIÓN
O
MUNDO VISIBLE
IMÁGENES
Sombras o figuras
IMAGINACIÓN
(eikasia)
OPINIÓN
(Doxa)
La opinión aparece dividida en: imaginación o conjetura, referida a sombras o
reflejo de cosas y creencia que es la opinión que no se justifica por un razonamiento
riguroso y que se refiere a los objetos del mundo sensible.
En el nivel de inteligencia, Platón distingue entre: pensamiento o conocimiento
discursivo, propio de las matemáticas y de las ciencias exactas como la música y la
astronomía, que emplean un método hipotético y conocimiento dialéctico que
corresponde al saber riguroso que sólo se refiere a las ideas y que se remonta a un
término primero que se impone por sí mismo a todo pensamiento y del que puede
deducirse todo, al cual platón identifica con la Idea del Bien.7
Todo este proceso que conduce al alma de la ignorancia al conocimiento y sus
grados respectivos lo podemos visualizar claramente a través de la siguiente
representación gráfica:
7 Caballero, Marcial, de Echano, Javier y otros, 1992, “Noesis” Historia de la Filosofía, Ediciones Vicens Vives
S.A., Barcelona, España, pág. 68
10
(http://lacomunidad.elpais.com)
Es indispensable comprender que estos dos mundos son, a la vez, separados y uno.
Para Jules Lagneau “el mundo inteligible no es una especie de reproducción o
paradigma del mundo sensible, en el sentido propio, sino ese mundo visto por el
espíritu a través del espíritu mismo, es decir, esclarecido a la luz moral, que toma un
significado y una realidad superiores por la relación en que es colocado con respecto
del Bien concebido, querido y puesto como el único ser digno de ese nombre,
independiente, fundado en sí mismo”. (“Les écrits de Jules Lagneau”, París, 1924)8
Resulta interesante ver como según Platón, las ideas y el modelo sobre el cual el
Demiurgo ha formado el mundo se corresponden con la eternidad, mientras que los
hombres están arrojados en el tiempo.
Este es un concepto por demás interesante a la hora de ver como el tiempo se
presenta como otro problema central en la evolución de la humanidad; pues, en el
caso de la evolución de la inteligencia, el desarrollo de la ciencia y su aplicación por
medio de la tecnología no han logrado superar las barreras de la cotidianeidad para
entrar en el camino del bien común.
El hombre, que a través de su inteligencia y sus avances científicos ha podido
dilucidar grandes misterios y des-cubrir la “verdad” en ciertos campos del
conocimiento, no ha podido superar la corrupción, la destrucción y la decadencia.
Con Platón estamos frente a una realidad de conocimiento que se apoya en la
naturaleza del alma como único camino para poder liberarse de las ataduras
materiales y lograr la dialéctica del conocimiento.
Nosotros no conocemos la época de Cronos, donde todo iba en el sentido del
progreso y del mejoramiento, estamos arrojados en el tiempo que destruye y disloca
todas las cosas. La filosofía de Platón no es una filosofía del progreso porque el
8 Brun, Jean, 1965, “Platón y la Academia”, Eudeba, Buenos Aires, Argentina, pág. 16
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hombre no puede dominar al tiempo. Todo debe ser constituido conforme con su
modelo, de una manera permanente y definitiva.
Se puede decir, en parte, que por este motivo, Platón vuelve al misticismo anterior al
siglo VI a.C. y expresa que es mejor pensar en el universo y la naturaleza que
experimentar en ellos.
Así, la inteligencia es una y superior y ella contiene la única idea modélica de todo lo
que existe en la naturaleza y el universo. De esta manera la sociedad y el Estado
deben guardar el orden absoluto de la idea del Bien, aquella de la cual es partícipe
el hombre por medio del conocimiento del alma que por su carácter inmortal aspira
siempre a lo bueno, bello y justo en sí, propio del Bien y cuyo parangón lo
encontramos en el Sol en el mundo sensible como generador de luz, calor y vida.
En el Teeteto o de la ciencia, Platón distingue entre la creencia y el conocimiento por
medio de la justificación; cuando Sócrates pregunta a Teeteto acerca de la
naturaleza del conocimiento, éste afirma en primera instancia que el conocimiento es
igual a percepción. Teeteto admite la imposibilidad de percibir por medio de una
facultad como el ojo lo que se percibe por medio del oído. En un saber común o
cotidiano nos encontramos con percepciones, como pueden ser los sonidos o los
colores y cuyas formas de identificación se dan gracias a nuestros órganos de los
sentidos que son auxiliares, pero la pregunta trata de esclarecer por medio de qué
órgano opera la facultad que te da a conocer lo que tienen en común todas las
cosas y éstas en particular, como el “es” y el “no es” con el que te refieres a ellas9.
En este momento es cuando se cae en la cuenta de que el conocimiento no tiene
como medio únicamente a los sentidos puesto que debería haber algo que captara
la unidad y pluralidad, semejanza y desemejanza, identidad y diferencia y al ser y el
no ser. Sócrates vuelve a interrogar a Teeteto preguntándole ¿qué es pues, lo que
ayuda a conocer? Luego de analizar la pregunta Teeteto responde que es el alma la
que examina por sí misma lo que es común a las cosas.
De esta manera, la verdad de algo no se puede conocer sin antes conocer la de su
ser y tampoco se puede saber sin alcanzar la verdad. Así, Sócrates afirma que “el
saber no radica en nuestras impresiones, sino en el razonamiento que hacemos
acerca de ellas. Aquí, efectivamente, es posible aprehender el Ser y la Verdad, pero
allí es imposible”.
9 Platón, 1985, “Diálogos”, Editorial Gredós, Madrid, España
12
Platón precisa que “las cosas múltiples son vistas y no concebidas, y que las ideas
son concebidas y no vistas”. Entonces es la causa que sirve de modelo a los objetos
cuya constitución está inscripta en la naturaleza desde la eternidad.
Surge aquí una reflexión que podría marcar un nuevo punto de partida para
comprender la relación entre los procesos de la mente y el origen del conocimiento
en el entendido de que para Platón el verdadero conocimiento está en las ideas y
que “conocer es recordar”. Si es así, pensar en la posibilidad de una inteligencia que
todo lo conciba nos lleva a afirmar que los vínculos entre pensamiento y lenguaje,
inteligencia y resolución de problemas, aprehensión del conocimiento y verdad están
íntimamente ligados a la concepción de conocimiento como descubrimiento. Que
todo está en ese “nous” absoluto, perfecto y que a través de la experiencia vamos
recordando.
De esta forma, la nueva ciencia cognitiva, tal como lo afirma Gardner en su obra “La
nueva ciencia de la mente”, está apoyada en principios racionalistas y empíricos a la
vez, permitiéndole conocer cómo ha evolucionado la inteligencia humana hasta legar
a un avance de la ciencia tal que pudiera representar el mundo de las cosas y la
necesidad de trascendencia de lo humano por medio de la inteligencia artificial.
Pero para Platón esto representaría un peligro extremo, pues la necesidad del
hombre de lograr el conocimiento no debe estar apoyada en la observación empírica
de la naturaleza puesto que esta se deja percibir por los sentidos sólo en parte y su
verdadera esencia se encuentra en el conocimiento del alma que, por medio de la
intuición racional llega a captar las cosas en sí.
Entonces, ¿podría el hombre lograr una comunicación con las cosas en sí por medio
de una inteligencia artificial que solamente expresara una realidad mecánica por
medio de la resolución de situaciones dadas por el propio hombre y que en definitiva
respondiera a una parte de las inquietudes iniciales desde su propia racionalidad?, o
¿es que tendríamos que volver a aquellas primigenias explicaciones basadas en los
grandes mitos de la antigüedad que dieron explicación a preguntas vinculadas con el
origen del cosmos, los dioses, la naturaleza y el hombre?
Pensar en el orden y armonía del cosmos a través de la matemática y la música,
como ya se ha expresado con anterioridad, es el único camino posible para transitar
el camino de la verdad. Platón buscaba que el conocimiento y reflexión sobre el
mundo permitiera mejorar la convivencia y la organización de los seres humanos. A
esa mejor organización, el filósofo la llama “justicia” y se traducía en la organización
de la polis. Por este motivo, los que gobiernen la polis son aquellos que están más
13
cerca de la contemplación de las ideas (hombre filósofo) y que los que defiendan
esta comunidad sean aquellos que tienen un ánimo y un coraje más decidido
(hombre guerrero), el resto de los ciudadanos puede dedicarse al comercio, a la
producción y a seguir las pautas y directrices más a o menos geniales del areópago,
quien cuidaba la observancia de las leyes y la administración de la polis.
Para Platón, el alma racional es quien conduce al hombre por el camino del bien
ajustando las riendas de las pasiones, apoyándose en las buenas pasiones del alma
y doblegando aquellas que son negativas y tratan de satisfacer los apetitos del
cuerpo. Así, conduce el auriga al alma por el camino del conocimiento y la
contemplación. La inteligencia es una y debe ser contemplada al menos, en su
resplandor para hacer al alma partícipe de la verdad.
Inteligencia Vs. Inteligencia artificial
Pero esa inteligencia artificial creada por el hombre no es más que una
representación de la realidad, más aún es “teknè”, algo creado por el hombre en un
estado de evolución de la ciencia y la técnica capaz de concebir una máquina que
ejecute sus órdenes pero que carece de autonomía y libertad.
Si los programas de las computadoras de hoy se construyen, poseen inteligencia
artificial, la pregunta al respecto es: ¿pueden pensar las computadoras?, ¿en
realidad piensan?
Muchos filósofos y científicos actuales argumentan afirmativamente, en tanto que
otros lo hacen negativamente.
Científicos y filósofos que actúan dentro del campo de la inteligencia artificial
sostienen que las computadoras pueden pensar, que de hecho lo hacen.
Pero veamos que respondería Platón, si en nuestro siglo pudiera compartir los
avances de la ciencia y la tecnología aplicados a la ciencia del conocimiento. Es
cierto que se asombraría por tan complejos logros, pero se preguntaría
inmediatamente acerca de las respuestas a aquellas grandes interrogantes
gnoseológicas y epistemológicas en torno al cosmos, la naturaleza y el hombre.
El cerebro humano no es un ordenador y la mente no es un programa, pues si
estuviésemos programados nos comportaríamos todos de la misma manera, y ni
siquiera el demiurgo modeló a la materia creando copias exactas de la realidad del
mundo inteligible. Por ello volvería a llegar a la conclusión de que las cosas
naturales son más perfectas que las cosas artificiales y que todo lo que es fabricado
por el hombre es una copia de una copia de lo real.
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Así, la analogía entre el cerebro y una computadora puede ser criticada
argumentando más o menos de esta forma: “un ser vivo no es una máquina, nunca
se podrá fabricar una computadora que piense en el sentido en que pensamos las
personas, porque simplemente, si se lograra, no se trataría de una máquina sino de
un androide, y los androides sólo existen en la ciencia ficción”10.
No obstante, la analogía entre el cerebro y la computadora es el resultado de un
largo y profundo proceso de investigación en el que intervienen múltiples disciplinas
científicas, en especial la neurofisiología y la cibernética.
Estas investigaciones tienen su origen en cuestiones filosóficas como ¿qué es el
pensamiento?, ¿qué relación tiene con lo físico, en especial con el cerebro?
No basta con reconocer que el cerebro constituye la base material del pensamiento;
es necesario explicar los mecanismos por los cuales funciona de tal manera, que
permite al ser humano pensar.
En este afán de explicar las interacciones funcionales que existen entre el cerebro y
la mente, la ciencia ha creado “modelos” que representan la estructura cerebral y
reproducen sus funciones (percibir, almacenar, abstraer, relacionar, etc.)
Para Platón estos “modelos” se encontraban en el mundo inteligible, entonces ¿para
qué crear otros modelos que por lo pronto son imperfectos?
Es evidente que el tema de la inteligencia artificial, desde la visión platónica de las
ideas como sistema modélico de perfección absoluta no tiene cabida en la
representación de la realidad. Pero además entendería que el alma se alejaría cada
vez más del verdadero camino del conocimiento que consiste en la búsqueda de la
verdad por medio de la dialéctica ascendente. Encontraría al hombre de hoy día
como enajenado por su propia creación que lo envuelve en un sistema de redes que
no le deja pensar por sí mismo para descubrir la verdad y conquistar la libertad
conduciendo su vida por el camino de la virtud.
Hoy solamente basta con presionar comandos de ejecución, pero ¿hasta que punto
esta realidad no somete al hombre a su propia invención?
El hombre, para Platón, en estas circunstancias sería como esclavo de su propia
creación, que en definitiva se corresponde con una categorización del conocimiento
dada, como ya se ha citado anteriormente por la “teknè”.
10 Quintela, Mabel, 1997, “Problemas filosóficos en el imaginario social de nuestra época. Heráclito y la ciencia
actual. La inteligencia artificial”, A-Z editora, Montevideo, Uruguay, pág. 69
15
Conclusión
Platón inventó la filosofía, definió lo que en adelante la cultura entendería por razón.
Trazó el cuadro en el cual el pensamiento de occidente construiría su escala de
valores y desarrollaría su progreso. Los conceptos de significado auténtico,
universalidad, verdad, fundamento, orden justo, correspondencia, por lo menos
reivindicada entre teoría y práctica, u algunos otros que son los elementos
constitutivos de la racionalidad, aparecen por primera vez determinados de una
manera insistente y clara, en cuanto a su comprensión y alcance, en los diálogos
platónicos.
Podemos acercarnos a la filosofía de la ciencia desde varios caminos, pero es
indudable que Platón nos abre el pensamiento y nos conduce mentalmente hacia
una realidad de conocimiento, que es ciencia, en un sentido que marca el proceso
del pensamiento occidental hasta nuestros días.
Las teorías gnoseológicas que nos preceden y los andamiajes construidos por la
epistemología nos hacen ver con profundidad una relación entre teoría y práctica
que es vista primigeniamente por este excelso filósofo, marcando una producción de
conocimiento apoyado en la teoría de las ideas y por lo cual establece la necesidad
de ordenar la polis a través del gobierno regido por el camino del conocimiento.
Como en la “alegoría de la caverna”, el prisionero liberado de las ataduras
materiales y obligado a ascender penosamente por el camino escarpado, llegará a la
luz y deberá acostumbrarse a las cosas… pero una vez logrado el conocimiento
regresará al fondo de la caverna, movido por una fuerza moral para tratar de sacar a
sus antiguos compañeros del error. Enseñar al otro y tratar de conducirlo por el
camino de la justicia es tarea del hombre filósofo.
Pero el hombre de ciencia no tiene esta misma visión del mundo y de las cosas, se
apoya en la observación y cuando se considerase necesario en la experimentación
para tratar de acercarse a la verdad por medio de teorías que podrán ser
contrastadas, corroboradas y/o refutadas.
Crea, asimismo una inteligencia artificial, que si bien patentiza su deseo de
permanencia y trascendencia, vuelve en su inquietud hacia grandes interrogantes de
carácter existencial:
¿en qué consiste la inteligencia?, ¿cómo la reconoceríamos en un objeto no humano
si la tuviera?, ¿qué sustancia u organización se requiere?, ¿es posible que una
criatura hecha de metal posea una inteligencia comparable a la humana?
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Aunque una criatura no orgánica pudiera solucionar problemas de la misma manera
que un ser humano, ¿podría tener conciencia y emociones?
Suponiendo que podemos crear robots con una inteligencia comparable con la
nuestra, ¿es ético hacerlos?
Bibliografía
Brun, Jean, 1965, “Platón y la Academia”, Eudeba, Buenos Aires, Argentina
Caballero, Marcial, de Echano, Javier y otros, 1992, “Noesis” Historia de la Filosofía,
Ediciones Vicens Vives S.A., Barcelona, España
Châtelet, François, 1973, “El pensamiento de Platón”, editorial Labor S.A.,
Barcelona, España
Ferrer Gemma, Gomis, Clara, 1989, “Platón y Aristóteles”, editorial Vicens Vives,
Barcelona, España
Gardner, Howard, 1996, “La nueva ciencia de la mente”, Editorial Paidós, Barcelona,
España
Platón, 1985, “Diálogos”, Editorial Gredós, Madrid, España
Platón, Obras inmortales, 1993, “La república o el Estado”, Editorial EDAF S.A.,
Madrid, España
Quintela, Mabel, 1997, “Problemas filosóficos en el imaginario social de nuestra
época. Heráclito y la ciencia actual. La inteligencia artificial”, A-Z editora,
Montevideo, Uruguay
Russell, Bertrand, 1946, “Nuestro conocimiento del mundo externo”, Editorial Losada
S.A., Buenos Aires, Argentina
(http://lacomunidad.elpais.com)

La mente y el conocimiento. Platón y la Inteligencia Artificial

El presente trabajo está referido a la relación entre la caverna de Platón y la caverna tecnológica.
La tarea consiste en leerlo y reflexionar acerca de la realidad y/o apariencia del mundo virtual.

jueves, 20 de mayo de 2010

Bienvenidos a filopsicoguilledd

Bienvenidos a filopsicoguilledd, este nuevo espacio de comunicación e intercambio de materiales y opiniones acerca de temas diversos tanto de filosofía como de psicología.